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INOCENCIA.

Como siempre fui bastante ingenuo me han engañado muchas veces.
Ante, eso me avergonzaba y me hacía sufrir; pero ahora, ya de viejo, no me importa e incluso no me parece malo. Me acepto como soy.
Y, al fin y al cabo, una credulidad sin límite, será la actitud normal en un mundo sin mentiras ni engaños. Será el mundo del amor sin condiciones, que “todo lo cree y todo lo espera “de todos. Será el mundo de los niños, los favoritos de Dios.

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ANIMAL Y HOMBRE
La vida humana es esperanza, referencia a un porvenir que encierra el sentido misterioso de la existencia. En cambio la vida animal es pura actualidad, instalación definitiva en el momento presente. Para explicarse la vida humana hay que referirse al futuro; para explicarse la vida animal, la conducta animal, hay que examinar su presente, que incluye su pasado. La vida humana es un proyecto, la vida animal es un mecanismo psicobiológico.

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LA HERMOSA REALIDAD.            
Tenemos derecho  a pensar todo lo que pueda ser pensado, a condición de justificarlo con la razón o experiencias, porque el pensamiento y la imaginación sanos viven en la realidad como el cuerpo vive en la materia asimilable. La literatura más imaginativa y ensoñadora vale – cuando vale – porque pone la realidad al revés. Las utopías solo son provechosas para pones en evidencia los aspectos  interesantes de la existencia, cuando describen como existiendo lo que no existe  y debería existir; pero no cuando suplanta a la realidad con sueños.

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LA HERMOSA RAZÓN
La razón humana, la hermosa razón humana, la auténtica razón humana, es la razón desnuda de adjetivos y predeterminaciones. Es la razón humana simple y puramente. Una razón cuya voz no ha sido requisada por subterfugios mentales, antes de hablar. Esa razón libre no impone más condiciones que las de su propio ejercicio y está orientada a ser a lo que es. Su ejercicio es binario: las cosas son o no son.
La razón dialéctica es la razón secuestrada por la idea – el propósito- de que todo esté en todo, de modo que cuando se afirme una cosa, se afirme también su contraria.
La razón racionalista e la razón humana erigida en tribunal de última instancia, un referente supremo del pensamiento.
Pero la razón misma no tiene servidumbres, ni quiere más dignidad que la propia: ser razón desnuda y libre para encara el ser, cualquier ser.

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