ANA AMAYA MOLINA
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En 1922, Federico García Lorca, en la conferencia que pronunció con motivo del Concurso de Cante Jondo de Granada, mencionó a Anilla la de Ronda como una de las grandes "soleareras" de la época. De hecho, éste es precisamente el palo en el que más destacó la cantaora, quien creó un estilo propio, hoy muy poco conocido, de “solearillas” o soleares cortas. Una de las letras que más cantaba dice así:
“Estoy viviendo en el mundo
con la esperanza perdía
no es menester que me entierren
porque estoy enterrá en vida".
La simpatía de esta gitana cautivará a grandes personalidades de todo tipo. Pastora Imperio insistió en conocerla personalmente y le regaló una bata de cola, y la reina Victoria Eugenia, además de invitarla a actuar en una fiesta privada de la familia real, la obsequió con un mantón de manila.
En junio de 1930, convertida ya en “una vieja de cara curtida, andares de pato parsimonioso, con cierto contoneo aún de moza”, tal y como la describe José Benavides, Anita causó sensación en la Semana Andaluza, celebrada en el Pueblo Español de Barcelona con motivo de la Exposición Universal. Allí cantó y bailó acompañada a la guitarra por Ramón Montoya.
Una crónica periodística de la época dice de ella que “es muy graciosa; canta con mucho nervio, a pesar de su edad, y sus ocurrencias hacen reír. No se separa de la guitarra, en la que tiene pegadas varias estampas religiosas. […] No cesa de beber, y durante el día ingiere de 15 a 20 copas de cazalla. El agua no la prueba, pues dice que sólo la usa para lavarse”.
Quizás "Anilla" no fuese poseedora de títulos nobiliarios o doctora en cualquiera de las ciencias o las letras de su tiempo, pero indudablemente fue una notable artista que llevó el nombre de Ronda y de su cante allá por donde estuvo. Es por ello que aquí, y como personaje rondeño, tiene su sitio.