COMIENZO Y EJECUCIÓN DE LAS OBRAS
No sabemos si continuando un proyecto del siglo XVI o uno nuevo, pero en los primeros años del siglo XVIII, se remató la obra del puente en el arquitecto Francisco Gutiérrez quien por lucrarse en mayor porción llevó la obra con tan poca firmeza que fue denunciado y mandada deshacer. No quedan rastros de esta obra y la única noticia es la documental.
En 1733 se iniciaron las obras siguiendo un proyecto del maestro cordobés Juan Antonio Camacho, (maestro de prestigio al servicio del Duque de Medinaceli y con experiencia en la construcción de puentes), en quien se remató la obra por asiento, y la dirigió, colaborando con él José García Pero, o se equivocó presentando un presupuesto bajo, o quiso lucrarse con la obra, porque el puente se hundió al acabar de construirse cuando todavía tenía las cerchas y maderas puestas, a pesar de
que los reconocimientos realizados siempre habían informado sobre la bondad de la obra.
El puente se hundió un día antes de la Feria de mayo, y las historias de Ronda hablan de que causó muchas víctimas. Pero hay un informe D. Teodosio Delgado y Mentera, que fue alcalde mayor de Ronda, y llevó la iniciativa para recuperar la obra en 1758 . De ese informe se desprende que no hubo víctimas ya que como a la una de la tarde, en que la Divina Providencia dispuso no pasara nadie, de repente cayó todo el edificio a lo profundo sin quedar palo que no se hiciese
una ceniza quedando sepultados en sus ruinas tan inmensos caudales, si bien es cierto que se refería a un hecho ocurrido años antes.
Tras la catástrofe, los maestros que hicieron el reconocimiento informaron que los cimientos se habían hecho con menos costo y faltaba fortificación. Pero se había construido totalmente, siendo su estructura diferente a la solución que se le dio más tarde ya que no cimentaba en el fondo del tajo sino que era más audaz, arrancando de las mismas peñas laterales, y no es de extrañar que llamase la atención pues la altura del arco de casi 100 varas y su anchura de 48 en donde menos. En la documentación ofrecida por la ciudad de Ronda en 1785 se presenta un plano en el que se señalan los hombros del puente antiguo que se arruinó en el momento de darlo por concluido, apreciándose la escasa diferencia que lo separa del nivel del puente actual.
El viajero inglés Francis Carter, que estuvo en Ronda en 1772, alude a este puente que describe con un solo arco que va de roca a roca, con 380 pies de altura, bajo el cual cabrían la torre y la Giralda de Sevilla y que se derrumbó en 1741, porque la clave del arco no fue asegurada ni su fuerza era proporcional a su altura, y señala que aún se podían ver "los arranques del fantástico arco". Aún hoy, si nos asomamos por uno de los balcones próximos al hotel Don Miguel, podremos apreciar el arranque de este malogrado puente. También se conserva un grabado de Rooker de 1775, que es testimonio del mismo.
Después de este accidente el Cabildo de la ciudad decidió que la obra se hiciese a jornales, y estuvo detenida mucho tiempo, a causa de la recogida de fondos. Se realizaron nuevos proyectos. En 1758 el Consejo de Castilla autorizó que continuasen las obras y en ese mismo año, siendo Alcalde D. José Teodosio Delgado y Mentera, se echaron los cimientos de un nuevo puente, siguiendo un proyecto de Gaspar Cayón, santanderino formado con Vicente Acero, que fue maestro de las catedrales de Cádiz y Guadix.
El informe de 1763 que dio el maestro Pedro Fernández, (maestro de la Catedral de Murcia) a cuyo cargo estaba el puente en 1763 responde a una inspección realizada para intentar abaratar los costos en la continuación de la obra, e indica que era de una gran fortaleza. En esa fecha se había realizado el arco bajo, de 32 varas de altura, que ya estaba enrasado, con su solería de cantería, y, de gran solidez, pues debía sostener el peso del macizo. Realmente era excesivamente sólido ya que suponía la construcción de dos machones paralelos de 45 pies en cuadro cada uno, de cal y canto revestidos de sillería, que arrancando desde el mismo fondo del tajo, y por encima del arco construido cerrarían todo el tajo de parte a parte.
D. Enrique Torroja indica que esta solución de sobremontar la bóveda con tímpanos macizos hasta la altura del tablero, es la que se ha utilizado en casi todos los puentes en arco construidos hasta el siglo pasado, siempre que la altura del tímpano fuese pequeña respecto al ancho de la bóveda, pero teniendo en cuenta la exagerada hendidura del tajo hubiera sido aconsejable otra solución. El grabado de Jacobs, de 1810, interpreta otra solución, posiblemente sobre los restos del primitivo arco, aún visibles en los pilares del puente.
No conocemos otras obras de ingeniería de Cayón, pero como maestro formado en el círculo de Acero, debía entender en esta práctica, aunque este proyecto de Ronda, dados los informes de Fernández y la crítica de Loys, no fue muy considerado en su propio tiempo
El puente estuvo al cargo de Pedro Fernández al menos desde 1763, (pero es posible que la dirigiera desde 1758 y su dirección fue siempre aprobada por la Ciudad, ya que cuando se intenta introducir a otro arquitecto abogan por él.
Por razones económicas no podía residir todo el tiempo en Ronda, dejando a su aparejador, el alarife de esta ciudad, Juan de Lara, cuyo nombre se ha mantenido en la documentación local.
Fernández empezó dirigiendo el puente según el proyecto de Cayón, pero al instarle los Diputados de la obra a buscar algún ahorro dados los escasos fondos con que contaban, presentó un plan que aligeraba la estructura del puente, permitiendo economizar en los materiales. En su informe de 1763, indicaba que, una vez realizado el arco de 32 varas con toda solidez, se podían continuar los machos tal como venían desde los cimientos, con 14 varas y media de frente, abrazando los tajos, hasta las 40 varas que era donde debía arrancar el segundo arco que cerraría a las 50 varas, dejando de claro 16 varas y media. Así se
llegaría hasta la altura de 82 varas, pero las 14 varas que restaban, hasta las 96 que debía tener para alcanzar el piso de la población debían hacerse de macizo, y consideraba que era suficiente para aguantar el tráfico. Se abriría un arco de 16 varas y media de luz por 50 de altura, que eran 8.000 pies de ahorro y beneficio en el costo del relleno o macizo. Consideraba mejor su propuesta porque el relleno proyectado antes, con tanta altura podría salir hacia afuera siendo un peligro para la obra.
Así completamos algo más la biografía de Pedro Fernández, , que fue Maestro Mayor honorífico de la Catedral de Murcia, y cuya participación en la construcción del puente rondeño, a pasado prácticamente al olvido.
Por este plan se continuaron las obras del puente y los comisarios la hacían revisar continuamente por los distintos arquitectos e ingenieros que pasaban por allí, pues Ronda era lugar de tránsito entre Málaga, Cádiz y el Campo de Gibraltar.
Intervenían también maestros locales como el cantero Alonso Gil y el alarife e ingeniero Juan Antonio Díaz Machuca, que inventó ingeniosas máquinas para los trabajos del puente. Así como los alarifes de la ciudad Pedro de Requena y Jerónimo Ruiz que trabajaban en él en los años 1775. En sus dictámenes los técnicos siempre aprobaron la firmeza de la obra, que llegó a alcanzar una altura media entre el primer arco y el nivel superior de las Peñas del Mercadillo, momento que sería
captado en el grabado de M. A. Rooker, de 1775. En 1773 el viajero inglés Richard Twiss visitó Ronda, en su itinerario hacia Gibraltar; poco dice de la ciudad, y casi toda su atención se centra en el nuevo puente.
Sin embargo, sus medidas difieren ya que marca 99 varas desde el fondo del tajo hasta el nivel del convento de Santo Domingo y de ancho por el mismo nivel 105 y por lo profundo cuarenta por subir escarpado".
Pero en 1777 se paralizaron por la verificación de la Redención de Censos y Pensiones de Propios, no obstante al contar con algunas aportaciones de particulares, se solicitó del Consejo la continuación. Se planteó una revisión de los proyectos y de la obra y, por orden del Superintendente de Granada del 16 de mayo de 1778, fue enviado Domingo Loys Monteagudo, arquitecto gallego, discípulo de Ventura Rodríguez, formado en la Academia de San Fernando, para realizar un reconocimiento. Estaba en Granada como Arquitecto Director de las obras de la Colegiata de Santa Fe y parroquias de Loja y Vélez Benaudalla. En su informe, acompañado de un plano, insiste en la firmeza con que se estaba realizando y opinaba que debía seguirse según el plan de Pedro Fernández. Las obras habían avanzado bastante.
Lois introdujo algunas mejoras, para lo cual estableció un presupuesto de lo que quedaba por construir que alcanzaba al 1.200.000 reales. Pero, con el arbitrio sólo se llegaba a recaudar de 14 a 15.000 reales al año y con eso no había ni para reparar la maquinaria, ingeniosa y costosa, que se había construido para bajar los materiales al fondo del tajo.
Antes de autorizar las obras de continuación del puente de Ronda, el Consejo quiso que revisase el proyecto de Loys el ingeniero D. Marcos de Viedma, Comisario de Guerra y Director General de Caminos. En su informe, de 1778, indica que encontraba lo proyectado bien dispuesto según arte, sin entrar en los costos al no conocer los precios de los materiales y jornales en la zona. No obstante, su interés por la mecánica de esta estructura y por los problemas de solidez y estabilidad, le
llevarán a preocuparse por las cargas, pues eran tan fuertes que podrían arruinar el puente.
Un nuevo reconocimiento se llevará a cabo de todas sus secciones por un maestro ejercitado y versado en esta clase de obras, recomendando a Manuel Godoy, que era arquitecto de la Catedral de Jaén y de la iglesia de Jódar, y que acredita su experiencia con la construcción de varios puentes. También fue una sugerencia suya el arco de entibo.
También se amplía la zona donde se apoyan los machones. Es éste uno de los aspectos fundamentales para la solidez del puente y que le confieren una mayor
belleza..
En 1779 el Consejo envió a Godoy el plano de Domingo Loys y el informe de Viedma para que con ellos fuese a Ronda y presentara nuevo informe.
En abril de 1780, en Jaén, se fecharon los informes de Godoy, muy completos, así como los planos.
Los trámites y la recaudación de fondos de Ronda iban lentos y en 1785 el Corregidor de la Ciudad, D. Pascual Ruiz, presentó una Instrucción, acompañada de diversos planos que levantó a su costa, en donde se exponía la situación de la ciudad, el estado de la obra a su llegada al cargo y los beneficios que reportaría la construcción del puente. En esa fecha las obras estaban detenidas, pero se habían construido dos tercios: los machos hasta la altura de 70 varas de hermosa sillería, fuerza competente y bella arquitectura. Dado que la altura total sería de 100 varas quedaba menos de la tercera parte, y se calculaba que se necesitarían 50.000 pesos, cantidad escasa en relación a las ventajas que esta obra supondría para Ronda, no ya sólo para el comercio o la agricultura, que por utilizar un transporte más rápido se abarataría, sino también porque fomentaría la fábrica de paños que los portes hacían decadente, se conduciría el agua al centro de la ciudad que hasta el momento se hacía trabajosamente por medio de azacanes o aguadores y, además, por la comodidad y hermosura que prestaría a la ciudad.
Loys no pudo dirigir la obra, seguramente por motivos de enfermedad porque murió en Granada en diciembre de 1785.
D. Diego de Córdoba Superintendente General de los Caminos de Antequera y Vélez, quien propuso para dirigir la obra en la parte facultativa al arquitecto D. José Martín de Aldehuela, que había alcanzado notable fama por el recién acabado Acueducto de San Telmo de Málaga y en atención a su reconocida aptitud por las muchas obras que tiene hechas en el Reino.
Aldehuela, en julio de 1785 ya había reconocido el puente, cuyos machones alcanzaban la altura de 61 varas, y formó los planos que fueron enviados al Consejo, calculando el coste de lo que faltaba en un millón de reales. Se autorizó la continuación de la obra que se haría por administración, con la máxima economía, dirigida por Aldehuela; también propuso nombrar un Sobrestante y como en Ronda se encontraba, recuperando su salud, el capitán de navío D. Diego de Cañas y Silva, se le designó Superintendente de la obra, nombrando éste al Sobrestante. La intervención de Cañas fue fundamental, ocupándose de aspectos que superaban en mucho su cometido en la obra del puente, cuyo paso para caballerías y carruajes se abrió el 4 de noviembre de 1787 abriéndose a todos en 1794.
Agradecido a la ciudad colaboró en las obras que se estaban realizando en ella y fue quien terminó la Plaza de Toros de la Maestranza que se estaba construyendo cuando llegó a Ronda. Fue nombrado Superintendente de las obras del Puente en 1785 y ejerció su cargo con una meticulosidad y celo extraordinario, atendiendo no sólo a lo que éste implicaba sino también aportando sus conocimientos técnicos y supliendo con sus propios fondos la falta de caudales..
En 25 de agosto de 1786 se cerró el arco grande colocándose la clave, después de bendecida, con general repique de campanas. El 15 de septiembre de 1787 se cerró el arco ciego y así terminaron las obras principales quedando por finalizar los pretiles, cercas y adornos al oponer el Rey (es decir la Academia) reparos a los dibujos enviados por el arquitecto "por no ser conformes a la sencillez y seriedad que exige el buen orden de arquitectura, adoptado generalmente por los profesores de mayor mérito".
Posiblemente refiriéndose al diseño enviado por Aldehuela se indicaba que era oportuno que estos tuvieran mayor altura de la normal porque al ser puente de calle y paseo público se evitaban riesgos, lo cual se paliaba con los balcones de rejería diseñados, siempre que no desdijeran de la grandeza de la obra .
La obra debía llevar una inscripción conmemorativa, y se pensaron varias inclinándose el Rey por la que menciona a los tres monarcas que habían promovido la obra: CAROLUS V,PHIIPUS V, CAROLUS III.
Advertía también que se pusiera en el otro pretil en castellano para facilitar a todos su comprensión..
En los años noventa por Real Resolución se concedieron dos estatuas de los Reyes Católicos, de las que habían sobrado del Palacio Real, porque contribuían "del modo más recomendable a la decoración de esta insigne obra", aunque no se sabe nada de ellas.
El puente se abrió al paso franco, el 4 de noviembre de 1787. No estaba completo, se suplió el pretil con una baranda de madera decente y segura, aunque la terminación total fue más tardía, en 1794, después de integrar en él las obras del acueducto. Un plano general de la ciudad que refleja las obras de fortificación nos permite conocer el itinerario ya abierto.
El Rey recompensó a D. de Cañas y éste lo agradece y pide que no se olviden del tesorero y del arquitecto, para remunerarle debidamente. Se concedió a Cañas la llave honoraria de Gentilhombre de la Real Cámara, y al arquitecto Aldehuela se recompensó con otro beneficio, que él pidió que fuera una pieza eclesiástica a favor de su hijo Antonio Martín, presbítero, que residía en Teruel. Éste era también técnico hidráulico y había realizado algunas obras de arquitectura por lo cual en un
determinado momento Aldehuela solicitó se le nombrase su ayudante en estas obras, lo que no consiguió. Tampoco se le dio el beneficio pues Antonio Martín tiene que reclamar reiteradas veces, después de la muerte del arquitecto Aldehuela, en 1802, no de un accidente en la revisión del puente, pero sí en precarias condiciones económicas, en Málaga.
EQUIVALENCIA DE LA VARA.
La vara era una unidad de longitud española antigua que equivalía a 3 pies. Dado que la longitud del pie (patrón de los sistemas métricos arcaicos) variaba, la longitud de la vara oscilaba en los distintos territorios de España, entre 0,8380 metros de la vara mexicana y los 0,7704 metros de la vara aragonesa. No obstante, la más empleada era la vara castellana o vara de Burgos, de aproximadamente 83,5 centímetros, múltiplo del pie castellano de aproximadamente 27,8 centímetros.[]