LAS VIVIENDAS DE RONDA EN EL SIGLO XIX

Tengo en mis manos un manuscrito que data del año 1.850, en el que se describen como eran las casas de la mayoría de los rondeños mas humildes de aquella época.
Antes de proseguir debemos reseñar que en aquellos años de nuestra historia, las personas que se dedicaban eminentemente a la agricultura, y por ende su vida era rural, comienzan a emigrar a las ciudades llamadas por el progreso que venía de mano de la industrialización.

de esta manera van llegando a Ronda desde diferentes lugares de nuestra geografía familias completas buscando un nuevo lugar donde establecer se, y
comienzan por buscar un sitio donde cobijarse, y que no sea muy caro.
Generalmente las viviendas eran pequeñas y mal ventiladas. La fachada la componían una puerta de acceso y junto a esta, una ventana mas o menos de tamaño mediano. Si la casa estaba constituida por dos plantas, la superior se comunicaba al exterior por dos ventanucos, que la mayoría de las veces no medía mas de 40x40 cm.
"En las casas sin portón no se veía en sus ventanas ni un cristal. En las que los tenían había muy pocos. Los más eran grandes o pequeños pliegos de papel blanco pegados con obleas o con cintas encarnadas de algodón puestas con tachuelas. Necesitaban en aquellos tiempos los rondeños tener muy buena vista para servirse de ella dentro de sus casas.
Como lechos se emplearon los bancos, las tablas y el testero, más bien o más mal construido. A estos siguieron los catres de tijeras que llevaban los estudiantes al colegio o a la casa de pupilos y que allí se quedaban de un año para otro".
Muchas de estas viviendas, por llamarlas de alguna manera, las constituía una sola estancia. Allí convivían todos los miembros de la familia sin ninguna intimidad. Las mejor construidas estaban tabicadas, eso sí, su alquiler era superior. Esto último era lo más común, pues en aquellos años solía ser una quimera el poseer una casa en propiedad, a excepción, claro
está, de las familias que manejaban grandes fortunas y que residían en casonas, cortijos, o palacios. Las diferencias entre las diferentes clases sociales
era mas que palpable.
También había grandes mansiones que habían quedado vacías, por ello, sus propietarios las arrendaban a varias familias a la vez. Así, como ejemplo, citaremos dos de estos casos. El primero se trataría de un edificio sito en la calle Santa Cecilia y que por la parte trasera da a la calle Yeseros. Llamado popularmente "el túnel", tenía en su interior muchas habitaciones arrendadas a varias familias. De esta forma se alojaban desde familias completas, hasta a personas sin parientes cercanos que ocupaban una sola habitación. En ese reducido espacio reunían todas sus pertenencias, desde el catre donde dormían, hasta el hornillo donde cocinaban.
El otro espacio vecinal se hallaba en el barrio de Padre Jesús, y se denominaba, Patio de Santa Ana.
En estas casas, denominadas como "de vecinos", solamente se contaba con un excusado comunitario, de modo, que cada familia o persona usaba un orinal que todos los días debía vaciar y limpiar, pues de esa manera, se ahorraba el salir al patio cada vez que había necesidad de ello.
En referencia al agua "potable"ocurría algo similar a lo anteriormente citado. Un pozo, un aljibe, o salir a la calle y buscar una fuente pública, era la forma de llenar unas cántaras para llevar el agua hasta sus moradas. A las viviendas mas prósperas llegaría el agua corriente años mas tarde, haciéndolo a través de un grifo por casa, que la mayoría de las veces lo que contenía era aire debido a la cantidad de cortes en el suministro .
Como sabemos la electricidad no llegó a Ronda hasta el año 1.905, así que no es difícil percatarse de las dificultades por las que pasarían aquellos vecinos de nuestra ciudad por aquellos años. Iluminados con velas o quinqués a vase de petróleo, o con los famosos Petromán, que eran carbureras de mas tamaño y por consiguiente de mas luminosidad, aunque , respirar los gases que desprendían estos aparatos para iluminar aquellas casas y sus habitaciones mal ventiladas debía ser un tormento, hasta que la necesidad acabara por haceerlosinmunes a esos olores.
En los duros inviernos de Ronda, con las viviendas que anteriormente citamos y casi todas las calles embarradas, los rondeños, al igual que todos los españoles de aquellos años, utilizaron el brasero para calentarse.

El brasero (Denominado así por contener brasas) era un utensilio doméstico metálico. era un recipiente cóncavo provisto generalmente de una tapa con hendiduras por las que salía el calor o bien, los más modestos, de una alambrera metálica (popularmente denominada "alambrilla") para no quemarse. Para evitar el contacto con el suelo, los modelos caros incluían un pie o soporte. El combustible por excelencia era el cisco o picón, un tipo de carbón vegetal muy menudo y de larga combustión.
En Ronda existían varias carbonerías. Una de ellas estaba ubicada en la calle Ríos Rosas y otra en la calle Rosario.

El brasero se colocaba en el centro de las habitaciones o debajo de unas mesas especiales, llamadas mesas camillas, sobre una tarima de madera perforada en el centro para encajarlo, que también servía de reposapiés, y que han llegado hasta nuestros días.
Para reavivar el fuego se utilizaba un instrumento metálico llamado badila, que consistía en un mango y una paleta redonda, doblemente perforada en su borde superior; cuando la combustión languidecía y bajaba el calor, se echaba una firmita, es decir se removía con la badila con sumo cuidado. A las personas que pasaban mucho tiempo sentadas en la mesa camilla, le salían en las piernas una especie de manchas o vejigas muy incómodas, las llamadas cabrillas.
Considerado un ingenio peligroso dentro de la vivienda por el hecho de generar brasa sin estar perfectamente protegido y de producir "tufo", fue causa de incendios frecuentes, principalmente al entrar en contacto con las faldas de la mesa camilla y diversas prendas de las personas. Sin embargo, el peligro más grave era la posibilidad de envenenamiento por emisión de monóxido de carbono (el mencionado "tufo"), especialmente en habitaciones poco ventiladas.
¿Se imaginan lo que sería no tener frigorífico, cocina eléctrica o de gas o cualquiera de los electrodomésticos que utilizan a diario? Estamos tan habituados a tener todas las comodidades actuales, que seguro que se le haría muy difícil tener que prescindir de cualquiera de ellas.
En el siglo XIX, la cocina era el taller del hogar, el espacio por excelencia del trabajo doméstico, en ella se preparaba la comida y era también el centro de limpieza. Al mismo tiempo, la cocina era el sitio predeterminado para la mujer.
Hasta fines de ese siglo la cocina ocupó un extremo de la vivienda, pero por diversas razones en las casas de las familias acomodadas, esta estancia era considerada como un lugar lleno de humos, olores agrios y ocupado por un horno cuyo calor afectaba la blancura del cutis, por eso solía contar con una puerta de servicio. En la vivienda obrera, en cambio, era el único ambiente templado de la casa, lo que propiciaba que fuera el centro de vida.
La necesidad de abaratar los costos de las construcciones, por la longitud de las tuberías que desembocan en el pozo ciego, por ejemplo, llevaba, muchas veces, a situarla incluso en el fondo del terreno, fuera de la planta de la vivienda.
No fue sino hasta las últimas décadas de ese siglo que, de la mano de los "higienistas", la cocina volvió a ocupar un lugar relevante en las discusiones sobre el diseño de las viviendas.
Para cocinar primero se utilizarían hornillos de leña, después usaban el carbón, posteriormente el petróleo, hasta principios de los años 60 del pasado siglo, en que llegarían a nuestras cocinas las bombonas de gas.
Para finalizar esta pequeña visita a la forma de vida de aquellos que nos precedieron en aquellos difíciles años de desigualdad y pobreza, nos resta comentar la tarea del lavado y secado de la ropa. Para ello se utilizaban las riveras de los ríos, tanto para el lavado como para el secado. En las casas mas pudientes había un artilugio, generalmente rectangular, con una zona pendiente y ondulada que servía para restregar la ropa y que contaba con una toma de agua. Este,
ha llegado hasta nuestros días con el nombre de "pila de lavar".
Para limpiar los suelos, antes que apareciera a finales del pasado siglo la "fregona", se usaba un paño que los andaluces denominamos "Josifa". originalmente del árabe "Jofifa".
Para asearlos había que ponerse de rodillas, y para no hacerse daño en estas, se usaba la llamada "caja". Como su nombre indica, se trataba de una
caja de madera a la que se le quitaba uno de sus lados y se le añadían paños, mas o menos gruesos, para que sirviesen a forma de rodilleras. Este utensilio junto a un cubo que servía para enjuagar la "josifa" , son con los que durante muchos años las mujeres mas humildes limpiaron el suelo .
En estas fechas es cuando en la parte inferior de los balcones se añaden unas celosías para impedir que los viandantes pudiesen" intuir" las piernas de las muchachas, que por cierto llevaban las faldas hasta los zapatos, botines o alpargatas, según su condición social.

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