101 Km la Legión Ronda

ORÍGENES DE LOS 101 Km. DE LA LEGIÓN

En 1921, España estaba inmersa en la dura tarea de pacificar la zona norte de Marruecos –Francia lo hacía en la zona sur- mediante la intervención militar. España llevaba a cabo esta misión partiendo desde tres puntos: Ceuta, Melilla –ciudades españolas- y Larache –una ciudad marroquí de la costa atlántica. Desde estos orígenes, las tropas españolas iban penetrando en Marruecos para pacificar, por las buenas o a la fuerza, las kabilas –tribus- rebeldes a la autoridad del Sultán. Se trataba de devolver a este su autoridad y que Marruecos acabara funcionando como un estado normal. La Legión, recién creada en Ceuta en 1920, estaba mano a mano con los Regulares encabezando las columnas que atacaban a los rebeldes.
Era la noche del 21 de julio de 1921. La columna del general Marzo, que estaba tratando de derrotar a los seguidores del cabecilla el Raisuni en Tazarut, estaba acampada en Rokba el Gozal –al suroeste de Tetuán, en la región de Yebala-. Allí estaban descansando las tropas tras haber ocupado el Zoco el Jemís de Beni Arós, el lugar donde los integrantes de esta kabila montaban el mercado cada jueves.
Eran las 2 de la noche cuando llegó un mensaje muy urgente que, sin dar más detalles, ordenaba al jefe de La Legión, el teniente coronel Millán Astray, que de inmediato mandara una bandera lista para el combate al Fondak –posada- de Ain Yedida. Esto sólo podía significar una grave situación, pero entraba en lo normal: los legionarios estaban para acudir a combatir allí donde fuera necesario.
Millán Astray mandó tocar ‘generala’ –en toque de cornetín que ordena formar al instante por una emergencia- y los legionarios de la I Bandera –mandada por el comandante Franco, 29 años- y los de la 4ª compañía de la II Bandera –que estaba con ella de refuerzo- desmontaron su campamento, se equiparon y, a las 2 y cuarto, ya estaban marchando; cada legionario llevaba 210 cartuchos –muchos más de los 150 que lleva actualmente un fusilero-.
Marcharon a toda la velocidad posible, sin más detenciones que unos pocos minutos cada hora, durante 11 horas seguidas. A la 1 de la tarde del día siguiente, la columna hizo un alto en un lugar llamado Ali Judi para comer y descansar un par de horas. A las 3 de la tarde los legionarios reanudaron la marcha a todo lo que daban las piernas porque sabían que la situación, allí donde fuera, exigía imperiosamente su presencia. La cabeza de la columna, que marchaba sin guías, se perdió, dio un gran rodeo y tardó en encontrar el camino correcto.
Cerca de la medianoche, tras otras 9 horas de marcha forzada, y teniendo que vencer una empinada cuesta arriba en medio de un vendaval, la cabeza de la columna llegó a su destino: el Fondak de Ain Yedida. Nada más llegar, los legionarios, derrengados, no esperaron a cenar ni a montar las tiendas de campaña; se tiraron al suelo a dormir. El final de la columna tardó en llegar un par de horas pues traía a los legionarios que, por las rozaduras del calzado, lesiones o fatiga, no pudieron seguir el endiablado ritmo. Después se supo que dos legionarios habían muerto de agotamiento.
Nuevas órdenes obligaban a continuar rápidamente hasta Tetuán. Pero los legionarios no podían seguir; era absolutamente necesario que descansaran siquiera un par de horas, porque estaban a punto de quedar inutilizados para ningún combate. A las 3 de la noche se tocó diana, pero los legionarios no conseguían levantarse; no podían ni moverse de la paliza de las horas anteriores. Poco a poco, conscientes de la gravedad de la situación, la columna se organizó y reanudó la marcha, repartiéndose el desayuno por el camino.
Llegaron nuevas noticias: tampoco era Tetuán el final de la marcha; era sólo una etapa camino de Ceuta. ¿Ceuta? ¿Pasaba algo en Ceuta? Nadie podía dar noticias pero se temían muy graves. Y la marcha prosiguió durante otras 7 horas hasta que, a las 10 de la mañana del 22 de julio, la columna llegó a Tetuán.
La I Bandera acabó así una de las marchas más extraordinarias que una unidad de infantería hubiera hecho jamás. Había cumplido las exigencias del Credo Legionario, el código de comportamiento que estableciera su Fundador.
Se ha calculado que los legionarios habían marchado, cargados de equipo, armas y municiones, en medio de un ambiente abrasador, unos 100 kilómetros a marchas forzadas, aunque la verdadera distancia resulta difícil de precisar por el recorrido adicional hecho cuando la cabeza de la columna se extravió. Los legionarios hicieron todo este esfuerzo a lo largo de unas 27 o 28 horas parando a descansar sólo 2 y durmiendo otras 3. Una distancia que viene a ser como Madrid-Ávila, Barcelona-Tarragona, Lugo–Santiago de Compostela o Granada – Jaén.
Por todo esto, y para que no se olvide semejante hazaña de la I Bandera, se determinó que la carrera actual fuera de 100 + 1 kilómetros en recuerdo simbólico de todo aquel recorrido.

La justificación de estas maniobras queda patente en la siguiente explicación: La I Bandera, a su llegada a Tetuán, se encontró con el resto de la II Bandera –comandante Rodríguez Fontanés, 42 años- que ya había llegado tras una marcha rápida similar desde su campamento de Ben Karrich, situado a 14 km de distancia. La razón de reunirles en Tetuán era que allí empezaba la línea férrea que les llevaría hasta Ceuta. Ya había más noticias: efectivamente, seguirían hasta Ceuta, y allí, integrados con los Regulares de Ceuta, formarían una columna mandada por el general Sanjurjo e irían en barco hasta Melilla. ¿Melilla? ¿Por qué este envío tan urgente de tropas de primera línea?
A 110 km de Melilla en el interior de Marruecos, en la zona que, a lo largo de 12 años, había ido pacificándose sobrevino un súbito y grave desastre. En realidad, había comenzado días atrás con la captura por los rebeldes rifeños de la posición de Abarrán –el 1 de junio de 1921- y de la de Igueriben –el 21 de julio-, pasó por el suicidio del general Silvestre y la retirada de la columna del general Navarro desde el campamento de Annual –iniciada el 21 de julio-, su refugio en la posición de Monte Arruit -29 de julio-, y acabado en su rendición a los rifeños rebeldes -9 de agosto-.
Este desastre tuvo dos epílogos trágicos: el primero fue que unos 9.000 militares españoles resultaron muertos en la retirada o asesinados tras la rendición. El segundo fue que, desaparecidas casi todas las tropas, Melilla sólo podían defenderla unos escasos y poco experimentados soldados. Y las harkas –bandas- rebeldes estaban a punto de invadir Melilla y continuar con los asesinatos de españoles.
El envío tan urgente de tropas desde Ceuta obedecía a la salvación de Melilla. Durante la mañana del 24 de julio llegó, procedente de Almería, el primer refuerzo constituido por el I Batallón del Regimiento de Infantería de la Princesa. A lo largo de la mañana llegaron los refuerzos desde Ceuta: la I y la II Banderas de La Legión. Al día siguiente el Grupo de Regulares de Ceuta y Artillería... Y empezó otra fase de esta historia.

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