Ronda y sus mujeres

 

 

Imagen de un cántaro antiguo

 

Durante los 30 meses que las tropas francesas gobernaron la Serranía de Ronda, no podemos olvidar que Un sector importante de la población lo constituían las mujeres. Estas, tuvieron un destacado papel en el quehacer cotidiano durante este periodo de nuestra historia.
En una época en el que a estas se las educaba desde niñas a desempeñar su labor en un segundo o tercer plano y a ser buenas y obedientes madres y esposas, era notorio que algunas de ellas se hiciesen "visibles" por alejarse de aquel patrón al que eran sumidas por la sociedad.
Según el censo de Napoleón de 1811, en Ronda vivían 7.686 mujeres, de las que 5.003 estaban casadas, 565 eran viudas, 2.056 solteras y 62 monjas.
Tradicionalmente una de las cualidades más peculiares de las mujeres serranas era la belleza por lo que las jóvenes utilizaban esta apariencia en su lucha contra el invasor.
Cuando las tropas napoleónicas invadieron Andalucía, algunas de estas jóvenes decidieron utilizar sus encantos para atraer a los soldados a lugares apartados en los que esperaban emboscados los serranos para matarlos. No todas trataron de eliminar a los soldados enemigos, sino que algunas se sintieron realmente atraídas, surgiendo una relación sentimental, como sucedió con el sargento francés Pedro Depon. El caso del sargento Depon y su enamorada, muestra la otra vertiente del conflicto: el amor como causa de la deserción o, al menos, del cambio de bando. A mediados de 1812, cuando los franceses comprobaron que era imposible continuar en Ronda, donde los afrancesados eran pocos y los enemigos muchos, decidieron abandonar la ciudad. Sin embargo, antes de marcharse, el comandante militar planeó una sangrienta venganza por los numerosos fallecidos entre sus muros: almacenar en los subterráneos del castillo toda la pólvora, bombas, granadas y proyectiles que no podían trasladar consigo. Abrieron una mina que ponía en contacto la fortaleza con la plaza y esperaron al momento de la partida de las tropas imperiales para encender la mecha provocando una terrible explosión. Entre los soldados acuartelados en Ronda se encontraba el sargento del Regimiento 24 de línea Pedro Depon, que enamorado de una rondeña antepuso su obediencia militar y avisó a las autoridades españolas de la existencia de este arsenal, cuya explosión provocaría una onda expansiva letal. Su alerta fue atendida por lo que se atajó la catástrofe; acción heroica por la que fue premiado por el ayuntamiento.
Durante el tiempo de la ocupación francesa la mayoría de las mujeres rondeñas, amparadas en sus quehaceres domésticos en tabernas, posadas o ventas, servían de enlace entre los rondeños y los serranos, llevando a cabo labores de espionaje. Notificaban a los patriotas los puntos más débiles de las fortificaciones o la salida de una columna francesa de la ciudad, como la que tuvo lugar el 27 de abril, hacia la Serranía de Grazalema, supuestamente para "pacificar a los pueblos infectados por los bandidos". De esta forma, las mujeres rondeñas colaboraban al restablecimiento del rey Fernando VII; ya que por su sexo no podían tomar las armas y batirse con el enemigo, discurrieron el medio con el que contribuir a la justa causa patriótica y adoptaron el de agente, confidente o espía, al llevar los partes o avisos que diariamente se remitían por los patriotas de Ronda a los comandantes y jefes de las guerrillas que ocupaban los puntos estratégicos de la Serranía. Este cometido lo llevaron a la práctica durante los meses de la ocupación, guiadas por el deseo de expulsar de su patria al invasor. Se rumoreaba , que las mujeres mismas rivalizaban con sus maridos en inventar ardides y esfuerzos contra los franceses, y que hubo niños que disparaban contra estos con el trabuco que su madre le cargaba. Entre las tropas francesas se corrió la voz de que se envenenaron fuentes...
Había otro dicho que decía: "Que cada vecino mate a su cochino", en clara alusión a los franceses que se habían hospedado en casas de algún rondeño para que estos actúaran en consecuencia con sus huéspedes. .
Tras estos dichos populares es preciso detallar algunos comportamientos femeninos en Ronda. Las mujeres de los altos cargos del ejército permanecieron en Ronda durante la campaña y alguna, como la marquesa de las Amarillas, sufrió un asalto en su propia casa por una turba de adeptos a lacausa francesa y que se denominaban patriotas", buscando armas. Efectivamente, se llevaron todas las escopetas y armas blancas propiedad de su marido, el marqués, que se encontraba defendiendo a su patria, además de otros objetos de valor. Actitud calificada como ingrata por éste, que no sospechaba una hostilidad por parte de sus conciudadanos hacia él y que hacía peligrar la seguridad de su mujer y de su familia.
Son numerosos los testimonios de militares que se ausentaron de sus puestos alegando enfermedades para pasarse al enemigo, a los patriotas, dejando a sus esposas buscando recursos para subsistir y medios para colaborar con los lugareños.
Es curiosa la noticia que nos ofrecen las actas del ayuntamiento de Ronda, concretamente el 27 de septiembre de 1810. En el cabildo de este día se condenó el comportamiento irregular de Joaquín Mairena, portero municipal, porque recibía de seis a ocho reales de algunas mujeres como: María de la Paz Mata, María Becerra, Catalina Badillos, María Jaén y María Millán por eliminar de las listas de turnos de guardia en la milicia cívica a sus maridos y evitar que sufrieran algún percance durante el servicio. Ellas estaban dispuestas a pagar cualquier precio con tal de evitar que sus maridos se expusieran al peligro del fuego enemigo o de los serranos..
Existe una curiosa Relación procedente de la Biblioteca Nacional,que nos informa sobre la actuación de una rondeña para que triunfara la causa patriótica. Este escrito describe los
méritos de una "famosa heroína rondeña", llamada doña Jerónima López, apodada
"la Pelada" por culpa del mal del tabardillo (1).
Doña Jerónima, según la Relación, era una dama de noble cuna, hermosa y agraciada, si bien lo que más pondera es su firme convicción de patriota y su fe en Dios. Según la Relación, por esa defensa a ultranza de los valores nacionales, los patriotas rondeños la ensalzaban, mientras que los afrancesados la maldecían. Prosigue relatando este texto cómo doña Jerónima distribuía dinero entre los ciudadanos necesitados, y no había pobre que llamara a su puerta que no fuera socorrido, ni preso consolado. Cuando Ronda sucumbió al poder de José Napoleón y los franceses fusilaban a algún partidario de Fernando VII, doña Jerónima ordenaba con presteza que se oficiaran misas por la salvación del alma del ejecutado a cargo de su patrimonio. Y a las monjas franciscanas descalzas encargaba oraciones con el fin de restablecer al monarca legítimo en el trono de España. En la puerta de su casa erigió un altar a la patrona de España, la Virgen del Pilar, a la que rogaba para que protegiera al "Deseado" y a su reino, al tiempo que alentaba continuamente a sus vecinos para que no desfallecieran y mantuvieran la esperanza en el triunfo de los serranos. Si llegaban a sus oídos noticias de alguna victoria de los patriotas, celebraba este triunfo de una manera encubierta. Solicitaba autorización a las autoridades francesas para organizar bailes y mascaradas, con la ayuda de otro gran patriota rondeño, Vicente de Chequele. Éste recurría a los danzantes de la festividad del Corpus Christi, y entre baile y baile ante la Virgen, se lanzaban cohetes al aire festejando los éxitos de los patriotas rebeldes. Hasta cinco festejos financió doña Jerónima, "La Pelada", por los triunfos de los partidarios de Fernando VII, noticias que al parecer llegaban por la prensa, con la ayuda clandestina de instituciones como el ayuntamiento y la Real Maestranza Es decir, con el Concejo, al colaborar en la vigilancia policial para que no se cometieran disturbios durante el festejo, previa autorización del corregidor don Cristóbal de Avilés y con la Maestranza de Caballería, al permitir a sus maestrantes que participaran sobre sus cabalgaduras en las Mascaradas. Estas celebraciones emitían un doble mensaje, ya que contenían un trasfondo pródigo en alusiones encubiertas, en las que se mencionaba a la Religión, a España y al Rey Fernando. A pesar de las difíciles circunstancias en que se encontraban por la ocupación francesa, los rondeños utilizaban frecuentemente el recurso escénico como propaganda del partido Fernandino y mostraban su rechazo a los invasores
durante las actuaciones, sin que éstos se atreviesen a coartar las representaciones teatrales por la favorable acogida de los vecinos.
Otro prototipo de mujer rondeña fiel a la causa patriota lo representa María García, apodada "La Tinajera" (Seguramente hacía o vendía estos artículos de barro utilizados para almacenar el agua en las casas), cuyas actuaciones a favor de la causa patriótica han quedado silenciadas por los cronistas e historiadores. Las peripecias de María García aparecen reflejadas en unos Memoriales elevados al Ayuntamiento de Ronda, una vez restablecida la normalidad, en octubre de 1812, en los que solicitaba un estanco de tabaco u otro destino similar en compensación por las pérdidas materiales suyas y las de su hermana, además de la tropelía ignominiosa a la que fue expuesta por los oficiales afrancesados.
María García había nacido en Ronda y era una vecina más de la ciudad. La "Tinajera" indicaba en estos escritos elevados al corregidor, que aunque era de condición humilde, había mantenido siempre una conducta intachable y, por lo tanto, sus vecinos tenían una buena opinión de ella. Así lo atestiguaba el párroco de la parroquia del Espíritu Santo, don Gaspar de España, que afirmaba conocerla desde que tenía dieciséis años de edad. María se reafirmaba, una y otra vez, en su patriotismo y explicaba que:
... decidida por la justa causa de la Nación y no pudiendo tomar las armas por la debilidad de su sexo, no halló otro medio de contribuir a la defensa del suelo patrio que hostilizar al enemigo, al introducirse disimuladamente en la posición que éste ocupaba y adquirir noticias de lo bienintencionados llevándolas en seguida a nuestros cuerpos de Armas que defendía la Sierra.

Se quejaba de haber sido una de las personas más perseguidas no sólo por los enemigos sino también por los españoles adictos a los franceses. María "la Tinajera" se sentía ultrajada, humillada, consideraba que su honor había sido mancillado, en la forma con que la habían tratado con expresiones indecorosas, al someterla al registro de su persona y sus pertenencias por los agentes de policía adeptos a los intrusos, Rosado y García, en busca de papeles comprometedores. Manifestaba su desconcierto porque otras mujeres la delataran por su actividad a favor de los patriotas y achacaba la causa de esta actitud hostil a estar sirviendo a una persona, cuyo nombre oculta celosamente, adicta a la causa Fernandina. Acusaba a los citados agentes Antonio Rosado, Ángel García, Miguel de Reguero y José Peñaranda, que aprovechando el desconcierto de su detención, registro y envío a prisión, le sustrajeron unas monteras, piezas de sayal, gregüescos, muselinas y otros efectos, por valor de mil trescientos reales.
Según relata, los policías afrancesados no dudaron en encerrarla en el calabozo, en el que permaneció varios días en compañía de otras quince mujeres acusadas de servir de correo entre los patriotas rondeños y las guerrillas de la Serranía. En la cárcel tuvo que acomodarse a una precaria alimentación que consistía en una libra de pan que debía distribuir para cuatro días. Los mismos agentes que la apresaron la desnudaron en público, en la sala del Alcaide de la Cárcel Salvador Moreno, para registrar sus prendas personales y cuanto tenía en el cuerpo, dejándola con solo una camisa. Entre los pliegues de su ropa encontraron los policías papeles altamente comprometedores de los patriotas dirigidos al comandante de Igualeja y a la Junta Superior de Gobierno, por lo que fue condenada a un infamante castigo que sirviera de escarmiento a otras mujeres que servían de enlaces. Así que, condenada por espía, los agentes de la policía la sacaron de la cárcel y le cortaron el cabello al rape "con disformidad" (Trasquilada) con una escoda de soldado; y aún pretendían emplumarla (Para ello, una vez desnudada la condenada, se le untaba por todo el cuerpo con sebo u otra sustancia grasienta y después se le volcaba por la cabeza un saco lleno de plumas, quedando estas adheridas a su piel) como a una ramera o una adúltera. Una vez "pelada", la expusieron a la vergüenza pública, paseándola por las calles de la ciudad entre burlas y mofas; primero por el centro urbano (Actualmente el casco histórico), subiendo por calle Boticas (hoy Calle Armiñán), y después por el barrio del Mercadillo, escoltada por los agentes de policía y por soldados franceses. Durante el recorrido urbano se agregaron españoles afrancesados, como don José Llanés de Vargas, que hostigaban a los presentes a que increparan a esta mujer traidora a la causa de José I. Para mayor infamia, el agente Rosado iba llamando de puerta en puerta y vociferaba para que se asomaran los vecinos a ver y lanzar insultos a la condenada por espía, a la "pelada".
Una vez finalizado el paseo humillante por las calles rondeñas, la trasladaron con cajas destempladas, es decir con los tambores destensados, hasta el exterior de la muralla, al barrio de San Francisco, con la amenaza de fusilarla. En efecto, los mandos franceses leyeron en voz alta una orden del duque de Dalmacia en la que se le advertía que si volvía a Ronda sería llevada de inmediato al paredón. Ante esta amenaza, la acusada puso pies en polvorosa hasta llegar a Alpandeire, donde permaneció hasta que llegaron los ejércitos Fernandinos.
Tras la marcha del ejército francés, una vez restablecida la normalidad en Ronda, María "la Tinajera" reclamaba una rehabilitación moral, ya que su salud se encontraba quebrantada, pero también pretendía que se le repusieran los géneros que le habían sustraído o, por lo menos, el dinero equivalente, sin olvidar un castigo ejemplar para los agentes que la ultrajaron. Los informes que interceptaron entre la ropa de María causaron gran alarma entre los mandos franceses, que no dudaron en cortar la comunicación por el Puente Viejo (Desde este se accede a la parte baja del Mercadillo desde la zona mas antigua de Ronda), y lo dejaron inutilizado hasta su marcha.
Tres testigos pertenecientes al clero testificaron en defensa de "la Tinajera": el párroco de la iglesia del Espíritu Santo, don Gaspar de España, al teniente cura de la misma parroquia, don Cristóbal de Avilés y al beneficiado de la Iglesia mayor, don Antonio del Río. El primer testigo, fue este último, de 57 años de edad, que tras el juramento preceptivo declaró que estando en el balcón de la Contaduría de la Iglesia mayor vio salir de la cárcel a María García, alias «la Tinajera» a la que «habían pelado ignominiosamente» por haber llevado papeles de patriotas a otros que permanecían en la sierra, y a la que acompañaban los policías del gobierno intruso. La comitiva se encaminaba hacia el casco urbano y al barrio del Mercadillo, en donde se mofaban de ella los simpatizantes a la causa francesa, como José Illanes de Bargas, que pretendía un ascenso.
El segundo testigo, don Cristóbal de Avilés Roldán, teniente de cura de la parroquia del Espíritu Santo, de 50 años, y al que María García califica de héroe y patriota, afirmó que conocía bien a « la Tinajera» y al ultraje al que se vio expuesta. Confirmaba que era pobre, pero honrada y que fue pelada y paseada por las calles públicas por llevar partes de los patriotas a la sierra.
Don Gaspar de España fue el tercer testigo, de 60 años, cura de la parroquia del Espíritu Santo, al que le fue leído el Memorial reivindicativo de María García. Declaró que lo que contenía era cierto en su totalidad y que había visto a la citada mujer pasear públicamente por las calles pelada, con disformidad, entre «mofa y griterío» por las calles rondeñas, castigada por el gobierno francés por ser una leal patriota al restablecimiento del rey Fernando VII.
Otro testigo fue el clérigo presbítero don Juan de Torres, de 40 años de edad, que tras el juramento explicó que le constaba que María García fue presa, pelada y paseada
por la ciudad tildándola de patriota y cuya honra quedó empañada por este delito. Por ese motivo la castigaron y la desterraron de Ronda bajo la amenaza de muerte si regresaba.
Asimismo María García solicitó la comparecencia de Salvador Moreno para que testificara sobre el comportamiento vejatorio de los agentes de policía al obligarla a desnudarse hasta dejarla cubierta únicamente por una prenda y registrarla a continuación hasta que hallaron la nota comprometedora, además de confiscarle varios complementos de vestir que ella vendía. El alcaide de la cárcel confirmó como verídico el contenido del Memorial, con lo cual se procedió a restituir el honor de María García "la Tinajera".
También aquellos estudiosos e investigadores franceses de la guerra de sus compatriotas en España quedaban admirados de como las mujeres de los serranos rondeños asumían todas las labores agrícolas en ausencia de los hombres. Es curioso que estos autores señale como una curiosidad la fuerza de estas mujeres y su deseo de competir entre sí para demostrar su fortaleza. Estos las describe como: "mujeres de cierta altura, con respecto a las demás que ha conocido, que destacan por sus miembros robustos debido al entorno agreste, a sus facciones rudas y a las miradas penetrantes que las asemejaban a las fieras que merodeaban por la sierra". Eran mujeres totalmente implicadas en la causa patriótica, obligadas por las circunstancias a acompañar a los hombres tras la quema de sus enseres domésticos, de sus casas, de sus templos y de sus pueblos de origen, y que colaboraban activamente en las partidas.
Para concluir, destacar como las heroínas formaron parte de la amplia movilización femenina desencadenada por la Guerra de la Independencia. Ciertamente, como afirman otrosautores, se vivió un proceso singular plagado de acciones colectivas y de gestas individuales con mujeres pero que los textos han silenciado.

(1) El tifus, tabardillos o fiebre pútrida es una enfermedad infecciosa aguda que aparece en el invierno y es producida por una bacteria llamada Rickettsia prowazeki. Surge en condiciones muy malas de higiene, hacinamiento y pobreza, siendo el agente transmisor, el piojo del vestido (pediculus vestimentae), pulgas, ácaros y garrapatas. El material contaminante son las heces de los piojos al ser inhaladas, pulverizadas con el polvo o la sangre del paciente. .
Uno de los remedios para erradicar la enfermedad y su consecuente expansión, era la de pelar a rape a la persona que la padecía.

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