José María "El tempranillo"

José María Hinojosa” el tempranillo” 2ª Parte.

 

EL INDULTO Y LA MUERTE


A las protestas que como consecuencia de haber dañado sus intereses por las continuas acciones vandálicas de las partidas manifestaron los terratenientes y ricos propietarios de toda Andalucía, unidas a los informes secretos que las autoridades locales y provinciales mandaban de continuo al gobierno, llevaron al convencimiento de que por la fuerza era totalmente imposible acabar con el Tempranillo y sus secuaces.
 así, vistos los nulos resultados obtenidos con los medios represivos puestos hasta entonces en juego, se le informó debidamente al Rey sobre la conveniencia de conceder un generoso perdón a  los forajidos demás fama.      Todo el consejo de Fernando VII mostró su disconformidad a que en esa relación se incluyera al  Tempranillo, debido al hecho de que se trataba de un liberal que hacía poco más de un año que se había alzado en armas contra su poder absoluto, uniéndose al cabecilla Manzanares.
 Para conseguir el acuerdo preliminar con los bandidos, los asesores de la Corte obviando la figura de José María acudieron primero a Francisco “el de la torre” y ante la ineficacia de este, a Juan Caballero.
 El indulto se produciría según las últimas investigaciones, el 21 de junio de 1832. Este expediente, al parecer, se depositó en el Ministerio de Gracia y Justicia.
 esta resolución de hacer borrón y cuenta nueva con las fechorías y delitos de los bandidos por parte del gobierno no surgió como pudiera pensarse de su bondad o desidia,  antes bien, su primera intención fue la de prometer el perdón a unos a cambio de que estos traicionaran a  los otros, provocando así trifulcas delaciones y venganzas entre las partidas. Se trataba del viejo truco de fomentar el enfrentamiento interno entre los bandidos para conseguir así su autodestrucción. El resultado del ardid fue  sin embargo totalmente opuesto al esperado, pues  Francisco el de la torre comisionado por el gobierno para gestionar la entrega de los demás a cambio de su indulto fue descubierto en sus intenciones y muerto a tiros por sus propios compañeros.
 Este es el relato que Juan Caballero nos hará te lo sucedido en el cortijo de Gaia.
 Salimos de Écija al amanecer mi compañero Luis borrego y yo por el camino hacia dónde nos aguardaba nuestros compañeros.  Le dije a mi amigo: “Luis bien sabías tú con quien venías, pues el General quería que os entregara y en vez de esto ha tratado de vuestro indulto, pues  tampoco acepto el mío si no nos perdona a todos. Te digo esto para que veas que soy leal como siempre os he dado pruebas de ello”.
 así que nos reunimos con los demás compañeros. Les enteré de lo ocurrido, y todos estuvieron en uno en aceptar el indulto del Rey si así lo concebía, i de esa manera, abandonar esta mala vida, que a nadie le satisface. Sin tener una casa ni una familia al lado. Siempre con hambres, con fríos y calores, con grandísimos peligros y viendo morir a tus compañeros, u además,  teniendo que matar para vivir.
 les dije:   “Señores ahora vamos a procurar no hacer ningún daño a nadie para no malograr el que nos den el indulto,  y sobre todo, no aceptar choques contra la tropa,  sino apartados de su camino”.
 Dio la venturosa casualidad de que el mismo día en que estaba reunido el Consejo del Rey, llegó la solicitud del indulto al Cabildo de Estepa. una vez  leído y oyendo el informe del Sr. General Manso,  se dio aprobación a su dictamen por unanimidad.
 El  resultado de la votación pasó  a la secretaría de su majestad el Rey, llevándolo en propia mano el Sr. General, y en el día 20 de Mayo, fecha en que se celebra el día de San Fernando, que es el día de su Santo, firmó su majestad el indulto para todos.
desde el cortijo de la Vieja nos despedimos del Sr. Vicario y nos dirigimos a  Morón. en busca de José María, mi compadre y de José Ruiz,  alias “Fernán”, por ser aquel cortijo su guarida.
 Así que nos encontramos en el cortijo llamado de “Los pollos”. los enteré  de todo lo ocurrido y se alegraron mucho. y haciendo sabedores a sus compañeros todos prestaron su conformidad.
 ya divirtiendo nos allí llegó el dueño del cortijo para apartar ganado para la feria de Cañete y estuvo muy expresivo con José María, ofreciéndole muchas cosas de la feria.
Según relata Caballero,  habiendo llegado el indulto a éste, venía   acompañado de una Real Orden para que no se nos tocara a nuestras personas ni a nuestros bienes.
 Me demandó aviso el vicario para que fuera con éste, a  ver  al Sr. Corregidor, el cual me mostró el documento, y yo le dije que quería una copia sellada para llevarla a mis compañeros como garantía de su verdad. Y se hizo una copia de escribano y además un escrito firmado por el dicho Sr. Corregidor y otro por el Sr. Brigadier para las autoridades de todos los pueblos de la comarca,  diciéndoles que por el indulto irreal orden, deberían permitir el paso libre de las partidas por sus pueblos sin inconvenientes ni estorbos,  antes auxiliándoles en su    camino.
 Sería en esta población sevillana  donde deberían presentarse con sus armas y caballos para enterarse del dicho indulto. Así que con estos papeles me salí de Estepa, acompañado de Luis borrego y dirigiendo nos a las Rozas de Morón. Encontramos allí a José María mi compadre y a José Hermana Germán y los tres comandantes nos metimos en una sala del cortijo y yo escribí la lista de todos los componentes de las cinco partidas. Las de nosotros i  la de “frasquito de la Torre” y la de Pablillo y los que estaban enfermos o heridos, o los que habían ido a esconderse en otros lugares después de estar con nosotros.  En total nos salió una lista de 185, de los cuales estaban aquí en el momento 67, así que  hice llamar a los otros.  Se dio permiso a todos para ir a sus casas a mudarse de ropa, y vinieran a reunirse con nosotros el día 23 de junio en la Fuensanta para entrar juntos en Estepa. Les informé de las condiciones del indulto, que no habría condena  para nadie por ningún delito pasado, pero si hubiese cometido un delito     después del indulto, se le juzgará por lo que haya hecho ahora y por todo lo anterior, como si nunca hubiera sido indultado.
  para asegurar que no habría nuevas partidas y afianzar la pacificación del terreno, nos obligan a ira los    tres comandantes, José María, Germán y yo   a mantener el orden a toda costa en el campo,  a cuyo efecto se nos darían medios y personal armado y sueldo. Muy satisfechos todos, nos despedimos hasta el día 23 de  julio. Como faltaba  casi un mes  me vine con Luis Borrego para estepa, pero pasando por los pueblos de la comarca para visitar a los alcaldes y alguaciles mayores, a quienes mostré los documentos a fin de que no inquietaran a nuestros compañeros y les auxiliaran para ir libremente a Estepa.
 Llegando el dicho día 23, todos nos juntamos en la Fuensanta como estaba acordado. Todos muy contentos, con las mejores ropas que cada uno tenía. Con los caballos y las armas, y muchos acompañados de sus esposas y sus hijos. Aquello parecía una romería, dirigiendo nos los tres comandantes delante y los compañeros y sus familiares detrás.  Entramos en estepa donde esperaba todo el vecindario y nuestras familias de los que éramos de estepa.
 La entrada fue a las doce del día y nos dirigimos a la plaza donde nos esperaba el ayuntamiento presidido por el Sr. Corregidor y los alcaldes, así como el Sr. Brigadier de artillería, el Comandante de milicias nacionales de Écija, Don Antonio Mauri y otras personas de calidad de representación, el público y nuestras familias. Todos nos hacían las palmas y gritaban de alegría y entusiasmo. Cuando llegamos a la plaza, la banda de música tocó, y luego el Sr. Vicario nos echó una plática en la cual dijo que el rey se mostraba generoso y clemente y nosotros debíamos corresponder  siendo por siempre honrados. Después  el secretario leyó el indulto, que fue  oído por todos con mucha alegría y muchas lágrimas.
 Y enseguida Sr. Brigadier con su secretario y un oficial de tropa de artillería con cuatro soldados se pusieron a un lado y todos siendo yo el primero pasamos a pie a tierra ante el brigadier y pusimos todas nuestras armas en una mesa y entregamos también nuestros caballos, y cada uno siguió ya así a su casa. A mí como una gracia particular el Sr. Brigadier me devolvió el caballo y yo no quise admitirlo como regalo sino a condición de pagar su Valor entero al Sr. Vicario para que lo distribuyera entre los pobres.
 Apenas transcurridos unos días, el 15 de agosto día de la  Virgen, me  encontraba con mi esposa viendo la procesión cuando me dieron aviso de que debía presentarme en el ayuntamiento.  Así lo efectué y allí fui informado de la creación de un cuerpo montado de vigilancia y seguridad del cual yo debía ser el jefe-. Se llamará “Escuadrón Franco de Protección y Seguridad Pública de Andalucía.  Constará de 70   plazas montadas. Su uniforme será el mismo de la remonta de caballería del ejército, con la diferencia de llevar los vivos blancos y la escarapela blanca.  Este cuerpo tendrá un estandarte con los honores de ordenanza y se alojarán el cuartel de la milicia nacional, donde lo hubiere y si no, en el alojamiento que se señale.
 Ordinariamente a la tropa, sus jefes eran un Comandante con el sueldo de 24.000 reales y un segundo Comandante con 12.000. En la orden enviada por el Señor Capitán General de Sevilla, se me nombraba Comandante, y por ello tuve que ponerme en seguida a organizarlo contando con la ayuda de mi excelente compañero y amigo del alma  D. Luis Borrego, en el nombre y grado de segundo Comandante.
 El día 25 del mismo mes se tenían ya los uniformes y el estandarte que nos lo bendijo el Sr. Vicario de Estepa.  Salimos de correría causando el asombro que es de suponer en los pueblos y cortijos que antes nos habían conocido. y nos harían alojados en cuartel y vestidos con uniforme militar solamente Estuve dos meses y medio en el servicio, pues en el mes de Setiembre se me empezó a hinchar el pie derecho a causa de una bala que tenía dentro  desde hacía mucho tiempo y que por su posición no me podían extraer.  El dolor era insoportable y no podía ponerme las botas de montar y entonces pedía mi compadre José María que se hiciera cargo de mandar el escuadrón con el permiso reglamentario del Señor Capitán General. A nosotros nos unía un vínculo mas profundo que la amistad y por este motivo yo quería mucho a José María así como por lo bien que siempre se portó conmigo, y por ello refería en él el mando del Escuadrón de Protección y Seguridad. Y mi segundo, Don Luis borrego, para dejar más libertad a José María para organizar su mando a su estilo.
renunció a su cargo de segundo, en el que José María puso a uno de sus hombres de confianza.
pasados unos meses, José María según me enteré fue avisado de que una conducción de presos que iban de la cárcel de Córdoba al presidio de Alhucemas se habían fugado, dando muerte a los soldados que los conducían.
 El día 22 de septiembre de 1833 al amanecer salió José María con su escuadrón al encuentro de los fugitivos que se encontraban en las proximidades del pueblo de La Alameda. Estos  al ver llegar al escuadrón se parapetaron en unos peñascos, y José María creyendo que su fama sería bastante para  reducirlos   se apeó, y dirigiéndose a ellos sin sacar la pistola les dijo: “entregarse muchachos que yo soy José María “el tempranillo”.  Parece que esta fue la única vez en su vida que se llamó asimismo con ese nombre, por que nunca le gustaron los apodos como a mí tampoco. Pero los fugitivos no hicieron caso y al acercarse José María, le disparó uno joven que llamaban “el barberillo”. La bala le atravesó  el pecho. José María fue llevado por los suyos al pueblo de Alameda, donde recibió los sacramentos y murió como buen cristiano al día siguiente. Fue enterrado en la iglesia de Alameda cuya muerte cristiana nos la de Dios a todos”.
 después de este interesante testimonio, hemos de aclarar, sin embargo que no sería repentina la muerte de José María, pues aún le dio tiempo aquel desgraciado 22 de Septiembre de 1833, de solicitar la presencia de un escribano y dictarle el siguiente testamento:
 en el lugar de Alameda y a xx y dos de setiembre de 1833, ante mí el escribano público único en el número de él y testigos que se expresan. José María Hinojosa, que así expresó llamarse y ser natural de la población de Jauja, en el reino de la ciudad de Córdoba, Comandante de la partida de a caballo de Andalucía, en persecución de malhechores, hallándose enfermo en causa de resulta de unas heridas que había sufrido en este día de manos de unos ladrones, dijo deseaba hacer testamento para poner su alma en camino de salvación, y para ello después de haber hecho la protesta de nuestra Santa Fe católica y divina aclamación, declaró dispuso y ordenó lo siguiente:
 primeramente declaró que los dos caballos que tenía eran de su propiedad que disfrutaba de su pertenencia en propiedad y posesión unas casas en torreal Hakkinen con las que corría Tomás blanco de su domicilio quien le estaba devorando dos años de alquiler que a razón cada uno de ciento 80 reales, importaban ambos 320. A que también eran de su propiedad todos los bienes muebles y efectos que tienen las casas donde hace morada. Que Juan Rodríguez, vecino de los Corrales le está debiendo 400 reales. Que Don Luis de Cuéllar, que lo es de la villa de Campillos le adeuda, según recuerda, 280 reales y finalmente que Alonso Ramírez el que estuvo en la venta de Paterna, le debe 2000 reales. Todo lo cual mandó se pusiesen en cobro para el uso que seguidamente manifestarán. Expuso, era su voluntad se dijesen y celebrasen por su alma cada intención las misas que fuesen de la voluntad de Don Francisco Javier Santaella, vecino de este pueblo. Nombró por tutor de José María, su hijo legítimo, y natural que se halla en la ciudad de Ronda, a Rafael del pozo, a quien relevó de la fianza prevenida en estos casos por ser persona de su entera confianza. Últimamente, declaró que  tenía por su hijo único, al  referido José María, a quien instituyó por universal heredero de todos los bienes y efectos que fuesen de su propiedad.
 En cuyos términos y no teniendo el citado José María Hinojosa otra cosa que manifestar, según expresó se dio por concluido este testamento, otorgando lo así y no firmando por no saber, lo harán los testigos  que lo fueron presentes: Don Francisco Javier Santaella, Don Romualdo Ramírez y Don Sebastián Romero Portillo, vecinos de este pueblo, a los cuales y al otorgante, yo en escribano doy fe ante mí, Jerónimo Orellana.
Tras dos días luchando con la muerte, el mítico bandolero expiró apenas recién cumplidos los 28 años.
 Su partida de defunción dice lo siguiente:
En el lugar de la Alameda, vicaría General de la villa de este, para en 20 y cuatro días del mes de Setiembre de 1833, se dio sepultura eclesiástica con entierro llano y misa de cuerpo presente, al cadáver de José María Hinojosa, natural de la población de Jauja, jurisdicción de Lucena. Marido que era de María jerónima francés, natural de Torrealhaquime.   Recibió los Santos Sacramentos y testó el día 20 y dos del corriente, ante Don Jerónimo Orellana, escribano público y de número de este pueblo. Dejando  las misas a voluntad de Don Francisco Javier Santaella,  y para que conste lo firma Juan Jerónimo Navarrete.
Parroquia de la purísima concepción de alameda Málaga libro sexto de defunciones folios 88 fin de nota muchas admiraciones muchos
 El hijo del “Tempranillo” se casó el 18 de septiembre de 1853  con María Araceli Reyes Corbacho. una hija de ambos llamada María jerónima en recuerdo de su abuela vivían esa misma localidad muy pobre, casi ciega con
87 años. Tenía una hija, bisnieta del bandido y que según nos informaron murió hacía ya muchos años sin descendencia.

Quien pase hoy por la localidad malagueña de Alameda y quiera conocer lo que la memoria popular ha perpetuado del recuerdo del bandido, deberá acercarse hasta su iglesia parroquial, un edificio de rara belleza debido a la excelente combinación de piedra y ladrillo con que los albañiles del lugar  supieron decorar.  En uno de sus patios,  al que se accede por la sacristía o por la casa del párroco, si la primera estuviese cerrada,  encontrará el visitante unos azulejos en los que podrá leer textualmente:
 “Aquí, en este lugar de la Alameda, a 24  del mes de Septiembre de  1833, se dio sepultura con entierro llano y misa de cuerpo presente a José María Hinojosa, “el tempranillo”, natural de la población de Jauja, marido que era de María jerónima.  Recibió los Santos Sacramentos y testó el 22 del corriente ante Don Jerónimo Orellana.

Atrás

Salir